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REFLEXIONES SOBRE LA METAFÍSICA

8.- REFLEXIONES SOBRE LA METAFÍSICA

 

 

8.1 La realidad material, no se agota en sí misma.

 

La “realidad,” el cosmos y/o la naturaleza tangible ante nosotros presente, no se agota en su entorno meramente material. Existe una realidad adicional, posiblemente envolvente de carácter metafísico (más allá de lo físico), a la que frecuentemente no se le presta la debida atención, se tiende a minimizarla o incluso se niega expresamente. Ese mundo metafísico forma parte de nuestra propia esencia, de nuestra capacidad racional y creativa y de todo un magno entorno que trasciende nuestras individualidades, nuestras sociedades y a todo nuestro mundo y universo sensiblemente percibido, intelectivamente conocido y “científicamente” definido.

 

 

8.2 El tiempo frente al concepto de eternidad.

 

Frente al concepto metafisico de la eternidad, el tiempo se relativiza o de plano no existe, entendido como coordenada finita.

Tal circunstancia en esa dimensión inmaterial, permitiría recorridos y diálogos atemporales, entre sujetos para nosotros pertenecientes a diferentes épocas y mediante comunicasiones directas derivadas de una misma razón por todos compartida. Finalmente, puede colegirse que el tiempo se extiende manifestado en un amplio presente, dentro del cual el pasado no desaparece ni se olvida, como podría suponerse en la dimensión material a la que estamos tan acostumbrados  y que con la mayor frecuencia nos arrastra.

 

8.3 María de Magdala: la Apóstol entre los Apóstoles.

Realmente de María de Magdala o María Magdalena, sabemos poco.
Y poco es también lo que durante siglos se supo certeramente de ella, que no fueran imaginaciones y deformaciones malamente transmitidas. 
Sin embargo, no dejó de llamar la atención de muchas y de muchos, representando una gran inspiración para el arte y los artistas, sacros y profanos.
A partir de la aceptación y a mi juicio correcta interpretación de los hechos bien testimoniados que a Magdala se refieren, destacan su fe profunda, su valentía, su fidelidad, su veracidad, su diligencia y sobretodo, su amor trascendente e incondicional. “Ese, que no defrauda nunca” (María Teresa Álvarez, María de Magdala).
Nuestro Señor Jesucristo la convierte en la primera entre los apóstoles (Juan Pablo II) al revelarle personalmente a ella, antes que a nadie, su milagrosa Resurrección y al solicitarle que la comunicara a los demás. “Asciendo a mi Padre y Padre vuestro y Dios mío y Dios vuestro” (Juan, 20, 17, en Giuseppe Ricciotti, Vida de Jesucristo).

 

8.4 Transfiguración del Señor.

 

En la experiencia evangélica de la transfiguración, Jesús Dios y Hombre:

  1. Nos evidencia el luminoso cuerpo glorioso inmortal, con predominio espiritual y total movilidad en el largo presente del devenir humano, ante la dimensión de la eternidad en que el pasado y el futuro como elementos cronológicos del mundo físico que conocemos, ya no constituyen barreras y pierden cualquier sentido limitante.

  2. Queda comprobada esa atemporalidad, envuelta en el grato entorno amoroso e irresistible de la casa del Padre.

  3. Se demuestra una vez más, que Dios creó realmente al ser humano como hijo suyo  a su imagen y semejanza.

 

8.5 La voluntad divina y la voluntad humana.

 

Algo que aprendí y asumí de mis mayores, es que Dios respeta absolutamente el libre albedrío de nosotros, sus hijos, los seres humanos.

Y en efecto, la afirmación anterior parece corroborarse plenamente cuando analizamos el devenir individual y social del género humano.

Al fin y al cabo, para eso es la libertad, para ejercerla. Cada quien sabe en su libérrimo fuero interno, que es lo que realmente siente, quiere y qué posibles conductas externas decide poner en práctica en función de sus más sinceros e internos deseos, metas o requerimientos de sobrevivencia. Resultando entonces que en diversos casos las conductas externalizadas puedan ser las más engañosas e insinceras de todas.

Considero que Dios Creador no interviene casi nunca en esos procesos de ejercicio de la voluntad humana. Salvo tal vez en casos excepcionales y necesarios vinculados a la acción salvífica del género humano y con la correspondiente aceptación del apóstol, ministro, individuo o profeta respectivo.

Así entonces los seres humanos vamos configurando, con mayor o menor empeño, nuestra propia realidad. Mi Papá afirmaba: "Somos padres de nuestras decisiones, e hijos de sus consecuencias." Recuerdo también la antigua sentencia siguiente: "Dios perdona siempre. Los seres humanos podemos llegar a perdonar, pero no olvidamos. Y la Naturaleza, ni perdona, ni olvida." Una respetable  bisabuela, declaró con amplia, objetiva e inteligente perspectiva: "Cada quien se pone la corona que se labra."

Si el albedrío humano se ejerce plenamente, sin más limitaciones que aquéllas impuestas por el mundo físico y el entorno social, ¿Cómo opera entonces la voluntad divina? ¿Es ésta todopoderosa?

Desde luego que sí, Dios Creador y Sustentador del Universo, es todo poderoso, pero también es delicada y amorosamente respetuoso de todas las personas.

¿Interviene Dios de alguna manera entonces?

¿Y en su caso cómo lo hace?

Aquí cabría preguntarse si nuestro Cosmos conocido y nuestro globo terráqueo habitado, tienen mayores posibilidades de subsistir por sí mismos en condiciones favorables, que de extinguirse por diversas y múltiples causas destructivas posibles.

Algunos contestarán que el mundo sí se sostiene espontáneamente ante las posibilidades de una bonancible continuidad. Otros opinarán en cambio que las diversas y variadas probabilidades de acontecimientos naturales catastróficos, son superiores a las de una conservación prolongada y favorable de los "hábitats" requeridos para la supervivencia biológica y humana.

Además, y ello se encuentra bien documentado históricamente, el exacerbado egoísmo, la testarudez y la soberbia humanas, han llegado a poseer grandes capacidades autodestructivas, contando adicionalmente con elementos y tecnologías suficientes para crear situaciones críticas e inflingir severísimos daños a la humanidad, así como para comprometer dramáticamente su desarrollo futuro.

Así entonces,  la supervivencia humana hasta la fecha, no exenta constantemente de importantes bajas y genocidios, sólo se explicaría por la intervención expresa de la Mano Divina.

Resultando ante nuestros humanos ojos, una extraña combinación de circunstancias naturales o sociales y respeto al albedrío y aprovechamiento de nuestras propias personales decisiones, para detener hechos o acontecimientos en grado de catástrofe universal.

Estaríamos hablando de una bastante indirecta, circunstanciada y discreta intervención divina en pro de los intereses generales de la humanidad.

Por otro lado, la evolución personal de la mayoría de las dirigencias políticas, económicas, empresariales, educativas y culturales presentes en las diversas agrupaciones sociales humanas, puede ir experimentando una transformación favorable a lo largo de la línea del tiempo, la cual les permita ulteriormente retroalimentar a la sociedad general y reconvertir ganancias y bienes acumulados afanosamente en momentos anteriores. Esto sucede con quienes no malearon definitiva e irreconciliablemente su alma, adquirieron conciencia de su responsabilidad social y permitieron que reconociéndose como hijos de Dios, Él moviera sus corazones. En el caso de los maleados y tozudos irreconciliables, lo que llega a ocurrir después de que cuentan con el tiempo suficiente para enmendar sus malas actuaciones, lo cual no hicieron, es que por propia decisión y derivado de sus malas acciones, favorecen el surgimiento de las condiciones necesarias para su autoeliminación social oportuna.

Como puede apreciarse, Dios logra conciliar perfectamente un respeto absoluto al libre albedrío humano, con una discreta pero efectiva acción de salvamento y sostenimiento de la humanidad y de su entorno físico.

La valiosa aportación y correspondencia que podemos realizar los seres humanos, es tener presente a Dios en nuestro mundo, en nuestras vidas y en nuestras decisiones.

 

8.6 El uso humano del libre albedrío.

El gran problema de nosotros los seres humanos, es el uso adecuado de nuestras libertades, el ejercicio correcto de nuestra voluntad, nuestra gran potencialidad del libre albedrío.
Cuando jóvenes emergemos a los derroteros de la vida personal, social y política, la gran cuestión es el uso de nuestra voluntad para bien o para mal y la consecuente toma de nuestras decisiones. 
Este fenómeno decisorio se potencia y se transforma en imposición, en la medida en que escalamos posiciones de mayor jerarquía e influencia dentro de la estructura social. La mayoría desde ahí no respeta la voluntad de los demás, pero sí abusa de la suya. Manipulación y falsía, las grandes herramientas para ello.
Las consecuencias del uso del libre albedrío se arrastran desde nuestros orígenes como especie humana o dicho de otro modo, desde la gran creación como hijos de Dios conformados a su imagen y semejanza.
Qué habrá sucedido desde entonces, que en su infinita bondad y amor paterno, Dios hubo de crear una especie de universo paralelo, en las mejores condiciones posibles, mismo en el cual nos encontramos y por lo tanto resulta ser el que ahora conocemos. No pareciera tratarse de un cosmos asaz distante de nuestro hábitat perfecto originario, pero sí paralelo, aún cuando dimensionalmente distinto, lo cual no nos distancia necesariamente como ya se dijo, pero sí constituye una poderosa barrera en que la forma de la materia física finita y ante ello, lo que denominamos “tiempo”, juegan un papel relevante que la mayoría de las personas confunden como coordenadas definitivas.
Todo debido al uso o mal uso, de nuestro libre albedrío. ¿Será que nuestra propia inteligencia combinada con nuestra obsecación nos ciega? ¿Qué nos distorsiona? ¿Qué nos sucede? ¿Qué catástrofes por Dios constantemente reparadas, ocasionamos?

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